miércoles, 7 de octubre de 2015

Poseidón: Mitología Griega


Poseidón fue criado por los Telquines y por Cefira, hija del Océano. Cuando llegó en la edad viril, se enamoró de Halia, hermana de los Telquinos, y le dio seis hijos varones y una hija llamada Rodó (esto ocurrió en la isla de Rodas, que tomó el nombre de la hija de Poseidón).


Poseidón no sólo tiene el dominio del mar, sino que también puede desatar tempestades, desquiciar las rocas de las costas con un golpe de su tridente, y hacer brotar manantiales. Desde los tiempos de la Ilíada, Poseidón tiene asignado este dominio, como Hades reina en los Infiernos, y Zeus en el Cielo y la Tierra. Sus relaciones con Zeus no son siempre amistosas.
Poseidón participó durante un año, junto con Apolo y el mortal Éaco, en la construcción de la muralla de Troya. No obstante, creó un monstruo que salía del fondo del mar y asolaba los pueblos troyanos para vengarse de Laomedonte, que le había negado el salario convenido. Aquí empezó el rencor de Poseidón hacia Troya -por eso intervino en la guerra a favor de los aqueos-. Sin embargo, cuando éstos, en el principio de la Ilíada, deciden por consejo de Néstor fortificar su campamento rodeando los barcos con un muro, Poseidón, en la asamblea de los dioses, protesta contra esta decisión, que estima susceptible de disminuir la gloria que había obtenido al construir la muralla de Troya. Durante cierto tiempo quiere permanecer al margen de la contienda, pero pronto sale en ayuda de los aqueos, que llevan la peor parte, y adopta la figura de Calcante para animar a los dos Áyax hasta que abandona la lucha por orden de Zeus. Pero cuando Aquiles está a punto de matar a Eneas, Poseidón salva a éste (vela los ojos de Aquiles con una niebla, arranca del escudo de Eneas la lanza que se había clavado en él y transporta al héroe lejos de las filas amigas). El motivo que lo mueve a salvar a un troyano es que el Destino no quiere la muerte de Eneas, quizás porque Eneas no es descendiente directo de Laomedonte.

El culto a Poseidón


Posidón era señor de una isla maravillosa: la Atlántida. Era el protector de los navegantes: en un combate naval, era él quien decidía qué grupo humano debía ganar. 

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